Luís Hernández, en su Diccionario de la Música en el Táchira


SALON DE LECTURA
.- Institución tachirense fundada en abril de 1907 por un grupo de monitores sociales de la ciudad, que se constituyeron con la finalidad de crear una organización que aglutinara las inquietudes culturales de sus agremiados. Fue su primer Presidente el doctor Abel Santos y mantuvo durante muchos años una tradición de expresión cultural, vista desde el sentido sociológico, o manifestada en el culto a las bellas artes. Ha sido caja de resonancia de las transformaciones sociales y políticas del estado durante este siglo traducidas en conferencias, charlas, exposiciones, iniciativas sociales y motorización de las más variadas manifestaciones estéticas. De ahí, que en los últimos años, cambió su postura bellartista por una visión antropológica del hecho cultural. En lo estrictamente musical, el Salón de Lectura o Ateneo del Táchira, como también se le denomina, ha presentado en los salones de sus diversas sedes, particularmente en la actual de la calle 9, la cual ocupa desde 1937, a los más destacados representantes de esta expresión artística en el mundo. Su inauguración, el 19 de abril de 1907, en la sede de la escuela regentada por Eloy Peralta, estuvo acompañada por un concierto realizado por la Banda del Estado bajo la conducción de Alejandro Fernández, el adelanto de ésta corporación musical era tan notorio, que algunos llegaron denominarla la segunda banda de la República. Esta institución oficial participó en la inauguración de los Juegos florales realizados en febrero de 1908, con la interpretación, entre otras obras del repertorio, de la obertura La Gazza Ladra de Rossini. Como manifestación propia de la sociedad civil, aunque recibía, desde su fundación, un subsidio de ochenta bolívares mensuales, otorgado por el Ejecutivo del Estado, el Salón de Lectura abrió sus puedas a participación de variados componentes de la población de San Cristóbal, quienes cooperaban con la realización de veladas artísticas. Estas se inician en octubre de 1917, con la presentación de Antonia María Rodríguez, competente pianista local, quien durante más de tres décadas contribuyó con su aporte especial a estos eventos artísticos, los cuales se han manifestado a lo largo de su historia. Mención especial debemos hacer a la figura de Marco Antonio Rivera Useche, compositor del Himno de esta institución (con versos de Manuel Felipe Rugeles), quien cooperó con su apode a la constitución de una Estudiantina, y más tarde, en 1946, con la estructura de una pequeña orquesta de cámara con la que fueron amenizados los actos propios de la entidad cultural. Esta institución musical sirvió también para difundir las creaciones recopiladas de los músicos del siglo XIX y las producciones recientes, convertidas a lo largo de los años, en clásicos de nuestra expresión estética. El Salón de Lectura recibió la colaboración voluntaria de aficionados y artistas profesionales de la ciudad, entre los cuales mencionamos a: Victoria Moreno; Juanita Moreno Morales (luego señora de Rivera Useche); los hermanos Rey Cubillos; Valentín Moreno; Manuel Gómez; Antonia María Rodríguez; Magdalena Villasmil Stella; Elvira Santos Stella; Cecilia Monsalve Castilla; Arquímedes Cortés; Matilde Spialliat de Schiffino; Luís Felipe Ramón y Rivera; Trina Soulés Baldó; Elbano Beracierto; Ofella Moreno; Jesús Corrales Sánchez; Miguel Eduardo Gámez; Jesús Moreno Perazzo; José Kamratowski, Arminda de López Henriquez; María Santos Stella y toda su organización estructurada a través de la entonces llamada Academia de Música del Táchira, entre otros. La Junta Directiva de 1941-1942, presidida por el Dr. Ramón J. Velásquez e integrada por Marco Antonio Rivera Useche como vicepresidente, promovió en diciembre de 1941 el primer Concurso Anual de Música Tachirense, iniciativa ésta que motivó la producción de nuevos temas, con la finalidad de publicar un álbum de música, aspiración que no se realizó. Este certamen premió las siguientes creaciones: PREMIO TELÉSFORO JAIME: al valse Primer Pensamiento de Jesús Manuel Colmenares. PREMIO JOSÉ MARIA RIVERA: al bambuco Retazo de cielo de Ricardo Rojas. Además fueron también galardonados con obsequios particulares de la señora Asia Santana de Pulido Villafañe y de la Agencia Internacional, los noveles compositores Humberto Morales y Pánfilo Medina con sus producciones Juventud Tachirense (valse) y el luego clásico bambuco Cantares de Primavera. Como ya lo hemos expresado, esta casa sancristobalense de la cultura ha recibido a lo largo de su historia a eminentes intérpretes mundiales, entre los que podemos mencionar: Arthur Thomas (cátara, 1935); Nicanor Zabaleta (arpa clásica, 1942); Gloria Bolívar (piano, 1943); Carlo Liten (pianista y recitador, 1944); Emil Friedman (violinista, 1945); Alcira Ramírez (cantante colombiana, hermana del barítono Carlos Julio Ramírez, 1945); Juan Bautista Plaza (conferencista, compositor y musicólogo, 1945); Evencio Castellanos (pianista, 1945); luego vendrían los artistas especialmente invitados por la Sociedad Pro Arte (v. Tema especial), organización que tuvo su origen en el Salón de Audiciones Musicales promovido en abril de 1944 por los doctores Aurelio Ferrero Tamayo, Rafael Armando Rojas y por el compositor y violista, Luis Fellpe Ramón y Rivera, entre otros monitores. Con motivo de la celebración del cincuentenario de su fundación, el Salón de Lectura se vio engalanado con la participación especial de la Orquesta Sinfónica Venezuela, la cual ofreció los siguientes conciertos: Sábado 27 de abril de 1957 en el Teatro de la Casa Sindical (Directores: Pedro Antonio Ríos Reina; Andrés Sandoval y Evencio Castellanos); domingo 28 de abril, a las once de la mañana, en el Gimnasio Dos de Diciembre, hoy Arminio Gutiérrez Castro de La Concordia (Directores: Pedro Antonio Ríos Reina; Inocente Carreño y Gonzalo Castellanos) y a las ocho de la noche de ese mismo día culminó su gira con la presentación una orquesta de cámara integrada por miembros de la Sinfónica dirigida por el mencionado Pedro Antonio Ríos Reina. Esta sociedad cultural también ha sido sede de las presentaciones especiales de la Banda Oficial de Conciertos, entre ellas, el concierto dirigido por José Rozo Contreras, Director de la Banda Nacional de Bogotá, y el último concierto de Marco Antonio Rivera Useche como conductor titular, acto en el cual entregó la batuta a su sucesor Tíbulo Zamblano. El 22 de noviembre de 1970, su teatro, - que hoy día lleva el nombre de su principal monitora, Doña María Santos Stella -, fue protagonista del primer concierto ofrecido por la Banda Filarmónica Experimental bajo la conducción de su fundador musical Amable Alfonso Sánchez; éste, también entregaría formalmente la batuta a su sucesor, Luís Hernández Contreras, en acto realizado el 26 de junio de 1982. Todos los actos de gran relevancia e importancia de la actual Escuela de Música Miguel Angel Espinel han sido realizados en sus instalaciones. Por la importancia y relevancia mundial de los intérpretes presentados desde los años cuarenta, la sociedad, con la participación de decididos animadores culturales adquirió el piano de concierto Steinway and Sons, el cual ha sido interpretado por las más grandes luminarias de este instrumento que han visitado la ciudad.

Tomado de Diccionario de la Música en el Táchira, p. 168 a 170

Tulio Hernández en El Nacional 29/03/01

En la esquina sureste de la plaza Bolívar de San Cristóbal se avista un sobrio y blanco edificio de aires neocoloniales, cuya construcción data de los años 30. Su serena belleza contrasta de manera triunfante con la fealdad imponente de algunos edificios cercanos, construidos en las últimas décadas del siglo XX sin el más mínimo criterio de diálogo con aquello que debería representar el centro histórico de una ciudad.

El edificio del que hablamos fue concebido y realizado por Luis Eduardo Chataing —el mismo arquitecto del Teatro Nacional de Caracas—, y es muy probable que sea la primera edificación construida en Venezuela con el objetivo especifico de albergar ya no un teatro o una universidad, sino un centro cultural en su sentido moderno.

Decretada por el propio Juan Vicente Gómez al final de sus días, la obra, sin embargo, fue inaugurada bajo el gobierno de López Contreras, como sede de la Sociedad Salón de Lectura - Ateneo de San Cristóbal. Una organización que arribó a los 94 años de existencia el pasado jueves 19 de abril, y que resume en su itinerario una pequeña épica ciudadana que nos ayuda a comprender mejor otro tipo de historia nacional, que no se limita a la narración de cuanto ha ocurrido en torno al ejercicio del poder desde su sede máxima de Miraflores.

II

En el origen del Salón de Lectura, denominación primera del proyecto, se encuentra la iniciativa de un representativo grupo de jóvenes tachirenses al frente de los cuales estaba José Antonio Guerrero Lozada, quienes incorporan a Abel Santos, conocido intelectual de la región, que a la larga sería su más decidido impulsor. El objetivo que los animaba —nada común en un territorio remoto, en franca crisis económica y marcado por la hegemonía de militares y caudillos— era crear un espacio especialmente dedicado a la lectura y debate de las más recientes ideas y propuestas artísticas que llegaban al Táchira.

La iniciativa fue prosperando. Pronto se convirtió en una referencia, y de alguna manera tuvo mucho que ver con el destino de Abel Santos, hombre que comienza siendo abierto enemigo de Castro; luego, a su muerte, se convierte en ministro de Gómez; cae más tarde en desgracia y va a parar a la cárcel y al destierro, para terminar regresando a Caracas por invitación del dictador. En ese último encuentro, Santos solicita al Benemérito la construcción de la sede del Salón de Lectura de San Cristóbal, cosa que Gómez acepta.

Desde entonces, con momentos de auge y caída, el Salón de Lectura se convirtió en el gran escenario tachirense. Lugar de culto y divulgación de la lectura: Pío Gil, antes de morir en París, le dona su biblioteca personal. Foro privilegiado para el debate: Amenodoro Rangel Lamus, otro destacado intelectual local, dicta allí sus conferencias sobre la revolución soviética en 1917; Alberto Adriani presenta por primera vez sus tesis sobre una economía nacionalista y la siembra del petróleo; Leonardo Ruiz Pineda ejerce funciones dirigentes y de divulgación de las tesis democráticas.

En un país y una región azotados por una debilidad institucional mayor que la de hoy en día, el Ateneo de San Cristóbal, como ocurrió en Caracas y otras ciudades del país, se convirtió en el lugar de gestación, nacimiento y sede de iniciativas tan diversas como la primera Escuela de Música local, el Centro de Historia del Táchira, la Universidad Popular Abel Santos, la extensión de la Univwersidad Católica Andres Bello y la Corporación Andina de Fomento (Corpoandes), o de ambiciosos y pioneros proyectos de investigación social como aquél que, emprendido por Luis Felipe Ramón y Rivera e Isabel Aretz, daría como resultado a comienzos de los años 60 los tres grandes volúmenes de Folclore tachirense, publicados por la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses (BATT).

III

El Ateneo de San Cristóbal, como todas las organizaciones venezolanas del presente, también ha sido en ocasiones objeto de grandes críticas y debates sobre quiénes y cómo lo deben dirigir, o cuán cerradas o cuán abiertas son —o deberían ser— sus políticas y sus públicos, y también objeto de deseo de los grupos políticos locales. Pese a ello, es una institución llena de vida, con un edificio excelentemente mantenido y restaurado con criterio profesional, que ha estado celebrando su aniversario con una vigorosa programación.

Esta semana que concluye debe haber terminado, también en su sede, una Feria Nacional del Libro que tuvo como aliados excepcionales a la Fundación Kuai-Mare y a la Lotería del Táchira. Durante varias noches, el patio central del edificio —«de Ladrillo y Cielo», dice el programa— sirvió de escenario a conciertos de orquesta, recitales de músicos y poetas y presentaciones de libros diversos. El poeta colombiano Jota Mario Arbeláez y un numeroso grupo de venezolanos —con Ernesto Román y Enrique Hernández D’Jesús al frente— hicieron que la ciudad se convirtiera por dos semanas en una pequeña capital de la poesía. Ramón J. Velásquez, protagonista también y seguidor de esta historia, hizo de presentador de nuevos títulos de la BAAT, que cumple ahora 40 años de existencia con 180 títulos en su haber.

En el fondo, con este encuentro y en esta casa, lo que se celebra es una experiencia local de amor por los libros y la lectura, por las artes y las ideas, distinta a la secuencia de caudillos, autócratas y presidentes con la que se tendió por mucho tiempo a asociar de modo casi exclusivo la rica vida tachirense. Se celebra, también, y es lo más importante, la existencia en Venezuela de un tipo de organizaciones surgidas del seno de lo que hoy se conoce como sociedad civil, que —ya sea bajo gobiernos autoritarios o bajo aquéllos de aprendizaje y desaprendizaje democráticos— han logrado mantener con vida espacios autónomos para el debate y la creación artística e intelectual. En un país dominado por los tentáculos del Estado, y en una región secuestrada por el imaginario de militares y caudillos, el asunto es como para celebrarlo.

Tomado de http://www.analitica.com/bitblio/tulio/otras_historias.asp